Hasta hace poco podría haberte dicho que yo a los lugares fríos “no gracias”, pero el fin de semana del 11 al 13 de Diciembre algo cambió en mi. Me enamoré… de un lugar, mal pensado! En realidad ambos nos enamoramos de una zona en la que nunca antes nos habíamos fijado, los Pirineos, concretamente el Pirineo Aragonés en la comarca de Sobrarbe.
Puede que aun no fuera invierno -oficialmente- pero el ambiente navideño, y sobretodo la temperatura, nos hicieron caer en un espejismo por el que habríamos viajado al invierno. Nosotros dos, cada vez que podemos nos escapamos a zonas cálidas, así que nos lanzamos a descubrir si no éramos demasiado condescendientes con el calor y poco tolerantes con las zonas de frío. Descubrimos que así es, y que puede que estemos madurando… dicen que el frío rejuvenece, por eso de que tensa la piel supongo, dicen también que el frío te activa y eso sí que lo puedo confirmar. Nunca un fin de semana estuvo tan bien aprovechado.
Pero hoy quiero compartir con vosotros porqué creo que me enamoré de Sobrarbe, acompañadme en este viaje a lo más profundo del frío para descubrir cómo el hielo me derritió el corazón.
El Hielo
Para empezar os contaré que el hielo es una obra de arte, el hielo es como un filtro que se superpone a los paisajes bonitos pero llanos para darles un aspecto de belleza blanca, o en algún caso azul. Yo no sabía que una capa de escarcha podría convertir un bonito lugar en un lugar espectacular, hasta que llegué al Parque Nacional Ordesa y Monte Perdido.
Las texturas, los brillos, las formas que el hielo produce al recubrir unas hojas, o simplemente la hierba, que quedan ocultas durante unos meses porque el sol se enfadó con ellas, tras una capa blanca que quema si la quieres tocar.
Cuando descubres que la madera se siente atraída también por la belleza blanca que la deslumbra y engaña para poseerla y no dejarla escapar, y entonces ese puente que en verano fue de madera es hoy un puente de hielo… hasta que los rayos cálidos del sol regresen a seducir de nuevo con promesas vacías, luego desaparecerá otra vez y el hielo volverá a protegerla durante el invierno.
La Nieve
Al contrario de lo que pueda parecer, la nieve no es más que un seudo hielo, una gran acumulación de éste que aparenta fragilidad, suavidad, y que al tocarla con las manos te lanza una advertencia, algo así como “Ponte guantes!” Y tanto que lo haces… Visitamos una estación de esquí en Francia, Piau-Sobrarbe, una Francia que podría pasar por España, por cierto, si no fuera por algún cartel en idioma desconocido y por algunas voces que sonaban a canción de Carla Bruni.
Aquí sentí calidez, aquí hasta me desprendí del aburrido abrigo, lástima que no traje mis mejores galas, aquí tomé el sol, un sol invernal que llega desde muy lejos pero que aun así te hace recordar que es el astro rey. Aquí disfruté viendo disfrutar a los locos por la nieve, esquiando, snowbordeando, cayendo de pura diversión a la falsa blanda nieve, observando cómo los pequeños “enfants” prueban eso de confiar su estabilidad a dos tablas resbaladizas, descubriendo lo que es el valor y la fe ciega hacia sus padres, y eso me enterneció, y comenzó a derretir esa capa que se formó hace mucho en mi corazón respecto al invierno.
El Frío
He de reconocerlo, el frío me gustó, me gustó esa caricia gélida en las mejillas, me gustó esa lagrimilla permanentemente asomada a mis ojos que me confería un aire de fragilidad, porque el hielo, la nieve y el frío tienen eso que les hace parecer frágiles, aquí todo aparenta frialdad, fragilidad, pero las apariencias nunca son fiables.
Confieso que, de vez en cuando, cuando mis compañeros de aventura no miraban, cerraba los ojos, abría los brazos y recibía al invierno, lo amaba en silencio para luego correr yendo a quejarme de la temperatura, ingenuos ellos de pensar que yo le era fiel al calor, Asia perdóname, ahora me verás más por aquí.
Breve compendio del Sobrarbe Trip
Nos fuimos a Sobrarbe para asistir a un encuentro bloguero que organizó la Asociación Empresarial Turística Sobrarbe con Claudia de Los Viajes de Claudia, Mimi de AbcViajes, Octavio de Un mundo para 3 y Raúl y Diana de Mundoxdescubrir, los mejores compañeros que podríamos haber encontrado en el camino. Tuvimos un fin de semana divertidísimo, también junto con Paz, la organizadora y alma del grupo.
En próximas entregas os hablaremos más de la zona, para ir abriendo boca os contamos el itinerario que hicimos más o menos.
Llegamos al pueblo de Ainsa, un pueblo medieval y el alma mater de la comarca del Sobrarbe, donde finalizaríamos también el fin de semana. La primera noche dormimos en Bielsa, un pequeño pueblo de montaña muy conocido por sus curiosos carnavales, al día siguiente fuimos a reconocer varios lugares dentro del Valle de Pineta, entre ellos varios circuitos adaptados donde poder disfrutar con los otros sentidos de la naturaleza. También conocimos la historia del túnel de Bielsa que conecta con Francia y a la misma salida del túnel ya puedes decir Bon Jour! Nos vamos a comer al Valle de Gistaín, punto clave donde surge nuestro amor por el invierno, y terminamos en Ainsa para asistir a una curiosa fiesta tradicional, el Punchacubas, ya os contaremos…
Al día siguiente nos marchamos hacia el Valle de Ordesa, el gran conocido de la comarca de Sobrarbe, aunque también tenemos oportunidad de visitar Jánovas, tristemente famosa por la triste historia de cómo se convirtió en un pueblo fantasma con luces y sombras, una historia que nos entristeció y que os contaremos también. Terminamos viaje visitando el Balcón del Pirineo en Buesa, lugar que nos encandiló no sólo con su propuesta gastronómica sino por la amabilidad extrema de su encantador propietario y por las vistas increíbles que ofrece del Pirineo. Regresamos a Ainsa para decir un adiós que esperamos se convierta en un hasta pronto.
Aventurera y curiosa incansable. Amo la escritura y siempre sueño con el próximo viaje. En mis posts te llevo a mis destinos favoritos para inspirarte y facilitarte tu viaje