Me he dedicado a viajar sí, a viajar por todo el mundo, a conocer lugares lejanos y exóticos, a visitar templos bellos, aunque extraños para mí.
La ciudad monumental de Cáceres
Me he dedicado a probar una variopinta gastronomía, que a veces me ha encantado, y otras me ha asqueado. He conocido a tanta gente de la que no puedo recordar sus nombres, nombres que necesito varios días para memorizar… Me he dedicado a hacer todo esto mientras al otro lado de la calle se encontraba otro mundo, más cercano geográficamente pero más lejano en el tiempo… la ciudad monumental de Cáceres.
Cruzar el Arco de la Estrella es como cruzar un portal en el tiempo, las aciagas calles se convierten en estrechos caminos empedrados que se funden con el color de las murallas que zigzaguean hasta llegar a la Arcada, tras la que se esconde la monumental Plaza Mayor, el centro bullicioso de esta ciudad medieval.
Es curioso cómo el mero hecho de traspasar ese punto te hace deslizar tus pies de otro modo, casi cómo si se arrastraran sin querer despertar a los espíritus de la historia, que sin duda están presentes entre estas paredes centenarias.
Este viaje a Cáceres es de carácter muy personal, es de recuerdos no vividos, es de lágrimas no derramadas, es de angustias retenidas, pero también lo es de saborear sonrisas ocultas y emociones contenidas. Visitar la ciudad de la que -en parte- soy originaria y hacerlo depués de casi 30 años -prácticamente mi vida entera- me resulta agridulce.
Es amargo porque hasta ahora no conocía una parte importante de mí, es dulce porque ahora descubro cada rincón con ojos nuevos, aunque esos ojos hayan retenido imágenes no proyectadas, las imágenes de mis abuelos, de mi madre…
y con ellas sus recuerdos que no puedo recordar, aunque sí escuchar.
Cáceres me parece una ciudad espectacular, es hermosa, emana algo de sus murallas que sabe a pasado, refleja una vida gloriosa, otro mundo que ya pasó… un mundo que hoy nos regala lugares en los que te quedarías horas observando cada grieta, cada piedra, cada gota de ese rocío que sólo puede impregnarse en los rincones que han vivido siglos… lugares que desearías vivir a solas, con tu canción favorita como banda sonora y los rayos del sol iluminando poco a poco cada sombra irregular gracias a la radiante imperfección de los materiales con los que fueron construidos.
Cáceres es pasado, pero está viva. Cáceres es antigua, pero está bella. Cáceres no trata de museos o de lugares imprescindibles, trata de sensaciones, de dejarse llevar a otra época, de transportarse a un lugar mágico, donde descubrirse atraído por las piedras que te hablan sobre tus antepasados, que te cuentan lo felices que debieron ser los niños correteando esas ocres calles que se funden con el reflejo de los últimos rayos del sol.
Y para los que necesitáis más datos, a los que os gusta la historia y saber qué lugares pisáis, aquí os dejo un enlace que os marcará una ruta por el interior de la ciudad monumental de Cáceres.